Aquí las notas de mi comentario de radio en IMER en el programa que conduce Mario Campos. Las opiniones y errores son atribuibles exclusivamente a mi persona. El comentario se transmitió en vivo el martes 15 de marzo a las 7:40 AM.
Hoy, el tema es deportivo. En días recientes, integrantes del grupo parlamentario del PRI en la Cámara de Diputados presentaron una reforma a la Ley General de Cultura Física y Deporte que busca reducir el número de jugadores extranjeros en los equipos de la primera división y la liga de ascenso. Según lo dicho por los diputados en varias entrevistas, los extranjeros ocupan posiciones que deberían ser utilizadas por jugadores mexicanos. Según ellos, si hubiera más jugadores mexicanos en la cancha, mejoraría nuestro desempeño en competencias internacionales.
Vale la pena mencionar que México no es el único país donde se mezcla el discurso proteccionista con el futbol.
Hace varios años viví en Inglaterra y escuché a legisladores decir cosas parecidas. Inglaterra tiene una de las ligas más competitivas del mundo pero, su desempeño en los Mundiales o las Eurocopas no cumple con sus expectativas e invariablemente, después de un torneo internacional, aparecen los llamados a evitar la contratación de extranjeros. Afortunadamente para el espectáculo y la calidad de la liga profesional de futbol de Inglaterra, la legislación europea no permite a los empleadores discriminar por lugar de origen y estos llamados en eso han quedado, en llamados.
Regresando al nuestro balompié, debo acarar que no tengo ningún problema si un equipo decide contratar jugadores de una misma nacionalidad o una misma ciudad si ese fuera el caso. En México, las Chivas contratan únicamente a jugadores mexicanos. Pero esta es una política de la empresa y del equipo y no un mandato del Poder Legislativo. Ahí hay una enorme diferencia.
¿Es necesario –como dicen estos diputados- discriminar a los jugadores según su lugar de origen para mejorar el desempeño de los equipos?
Si reducimos al absurdo esta noción, no faltará mucho para que gobiernos municipales o estatales limiten la presencia de jugadores que nacieron en otras entidades para beneficiar a jugadores locales. En este escenario, por ejemplo, el líder goleador del futbol mexicano, Rafael Márquez Lugo, no podría estar jugando con el Morelia porque nació en el Distrito Federal. Según la lógica de los diputados, Márquez Lugo le está quitando el espacio a un jugador michoacano y la ley se lo debería prohibir.
Me llama la atención que los promotores de esta ley no valoraron la experiencia internacional. En Europa, como ya mencioné, la legislación laboral permite a los jugadores nacidos en ese continente contratarse directamente con un club. ¿Qué genera esta política? Sencillo, más competencia. Así, los clubes pueden armar mejores equipos y los aficionados pueden disfrutar un mejor espectáculo semana a semana en sus partidos de liga.
En mi opinión, esta actitud frente a la competencia, explica que Europa concentre las ligas más competitivas del mundo y que, a nivel de selecciones, sea la región más dominante. Esto es impresionante porque Europa Occidental tiene únicamente el 6 por ciento de la población mundial pero, reitero, las ligas más competitivas.
Una de las principales transformaciones que ha experimentado el país en los últimos veinticinco años es en su apertura frente a otros mercados. El aumento de la competencia nacional e internacional contribuyó a que México incrementara notoriamente su participación en el comercio internacional.
Durante la época de sustitución de importaciones una de las políticas públicas favoritas era obligar a los productores a un porcentaje mínimo de contenido nacional. Esto, se decía, haría que los 'empleos se quedaran aquí'. ¿Qué sabemos de esa época? Que la economía mexicana era ineficiente y que nuestro país no pesaba en términos comerciales a nivel global; peor aúnel consumidor mexicano tenía a su alcance productos de calidad mediana y a un precio relativamente más costoso. Esto cambió y el gran beneficiado de la apertura y el aumento de la competencia fue el consumidor.
En el deporte, esta lógica también aplica.
Si al legislador le interesa mejorar el producto disponible al consumidor (en este caso, el nivel de espectáculo en la cancha) debería preguntarse cómo podría generar mayor competencia en este sector. En lugar de pretender correr a los extranjeros, debería comparar el marco institucional de nuestras ligas con las europeas y encontrará que la mexicana tiene una serie de obstáculos, reglas y monopolios que limitan la competencia. Ahí está, por ejemplo, el llamado ‘pacto de caballeros’ en el sistema de transferencias que no permite a los trabajadores (en este caso, los futbolistas) contratarse con el patrón que más les convenga.
Por cuestiones de tiempo, no sigo, pero concluyo señalando que la lección es clara: en el deporte y la economía, si lo que queremos es mejorar la calidad del producto reduzcamos los obstáculos, quitemos los monopolios y fomentemos la competencia.
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15 de marzo de 2011
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