Aquí las notas de mi comentario de radio en IMER en el programa que conduce Mario Campos. Las opiniones son personales y los errores atribuibles exclusivamente a mi persona. El comentario se transmitió en vivo el martes 23 de noviembre a las 7:40 AM.
El día de hoy pongo la lupa en el principio de la no-reelección. El fin de semana celebramos el Centenario de la Revolución Mexicana y uno de los lemas del movimiento fue el de “Sufragio efectivo. No reelección”. Es probable, aunque debatible, que la no-reelección en cargos públicos sea la mayor herencia de la guerra civil que inició hace cien años.
Sin temor a equivocarme, puedo afirmar que la gran mayoría de los mexicanos piensa que el llamado maderista a la no reelección aplicaba a todos los cargos públicos, incluyendo los diputados y senadores.
Esto no es correcto.
Dada la experiencia con Porfirio Díaz, Francisco I. Madero se refería exclusivamente al Presidente. Años después, la Constitución de 1917 retomó el exhorto maderista y la extendió a los gobernadores. En consecuencia, el texto original de nuestra carta magna si permitía la reelección consecutiva e indefinida de legisladores.
El cambio sucedió en la primera mitad de la década de los treinta. Plutarco Elías Calles lo propuso durante una convención del Partido Nacional Revolucionario y posteriormente el Constituyente Permanente reformó la constitución. Aunado al aumento del período de gobierno de cuatro a seis años, la prohibición de la reelección legislativa fortaleció al Ejecutivo y así inició el presidencialismo mexicano: un sistema político y de gobierno en el que los poderes legislativo y judicial se subordinaron al ejecutivo.
La prohibición de la carrera legislativa deformó el sistema representativo, la división de poderes y el diseño constitucional. No debe sorprendernos que el Ejecutivo fuera, durante muchos años, el gran legislador. En las agencias y secretarías se encontraba la experiencia, la información y el aparato técnico que apoya al poder público.
Desde hace varios años, muchos analistas y politólogos nos hemos pronunciado por levantar esta prohibición. Hace doce años, en mi tesis de maestría cuestioné esta figura.
Sin entrar en detalles, el principal argumento establece que es la mejor manera de alinear los incentivos para que los legisladores voten y decidan los temas públicos según los intereses de sus representados porque recuperarían (los electores) el poder para premiar o castigar al diputado o senador. Otro argumento es la generación de 'memoria institucional'. Es un grave problema que cada tres años tengamos que renovar el 100 por ciento de los legisladores.
No obstante, debo confesar que mi percepción ha ido evolucionando y ya no estoy tan convencido de que sea una reforma institucional prioritaria. Y más después de ver los efectos de las últimas reformas electorales que han limitado la participación de los actores políticos que no militan en los partidos registrados.
Sin duda quienes promueven la reelección legislativa tienen buenas intenciones, pero sin una ciudadanía más involucrada en la vida política nacional, la permanencia en el cargo legislativo podría convertirse en un mecanismo de control local.
En este contexto, la no reelección legislativa es probablemente la mejor manera de ventilar y renovar el sistema político mexicano. Comparado con otros países, en México no es tan difícil llegar a ser legislador e iniciar una carrera política. Es difícil sobrevivir, pero así es en todos lados. Si permitiéramos la reelección en las Cámaras, estaríamos cerrando una de las pocas puertas del sistema político que siguen abiertas.
En lugar de eliminar la no reelección en las cámaras, lo que propondría en el corto plazo es llevar el principio maderista a otras esferas de poder que si permiten la reelección indefinida y que, para muchos, han generado efectos desfavorables para el país. Por ejemplo, las agrupaciones sindicales en ámbitos públicos y privados.
Sería una reforma de enormes beneficios, que el llamado al “sufragio efectivo y no reelección”, el principio que festejamos y recordamos el fin de semana, también aplique en los sindicatos.
Ejemplos sobran de los perjuicios que algunos sindicatos le han causado a nuestro país y, en gran medida, porque los líderes se mantienen en el poder durante décadas y aprovechan los espacios para acumular fortunas. Se estima que en la mayoría de los sindicatos, los dirigentes tienen cuando menos veinte años al mando de sus organizaciones y sus niveles de vida no corresponden a la realidad que viven los trabajadores.
Desafortunadamente son pocos los sindicatos que tienen sistemas democráticos y transparentes para elegir a sus líderes o procesos internos que permiten la renovación de sus dirigencias para evitar el enquistamiento de algunos cuantos. Llevar el principio maderista a los sindicatos sería una excelente manera de elevar los niveles de vida de los trabajadores y sus familias.
En conclusión, podría ser bueno para el país eliminar la clausula de no reelección en el poder legislativo, pero parecería ser mejor aplicarla en aquellas instancias que no parecen estar cumpliendo con sus objetivos precisamente porque los mecanismos de control dificultan la rotación en el poder.
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