19 de agosto de 2009

Un cambio de discurso y prioridades

Aquí las notas de mi más reciente comentario de radio en IMER. Las opiniones son personales y los errores son atribuibles exclusivamente a mi persona. El comentario se transmitió ayer martes 18 de agosto a las 7:45 AM.



En los últimos días, ha dado la impresión de que un número desproporcionado de los análisis y opiniónes en columnas económicas ha girado en torno al contraste y una supuesta divergencia entre las declaraciones del Secretario de Hacienda y el Presidente de la República en relación a la situación ecónómica. Esto porque el primero señaló que la situación era muy grave y el segundo porque dijo que las condiciones hoy son mejores que las de hace algunas semanas. En lo personal no las encuentro contradictorias o, como dirían los matemáticos, no me parece que sean mutuamente excluyentes.

Pero creo que tenemos que ir más allá de estos dichos y analizar las medidas que está poniendo sobre la mesa el gobierno (entíendase por gobierno tanto las autoridades del ejecutivo como las del legislativo) y preguntarnos si son suficientes en términos de una agenda de política pública que promueva el crecimiento económico.

Como otros lo han dicho, la crisis es algo desafortunado, pero la debemos aprovechar. La crisis es una oportunidad para corregir el rumbo. Lo que me pregunto es si el gobierno (Presidente, Secretarios y legisladores) está aprovechando esta crisis. Es decir, ¿contiene su agenda política las medidas que nos permitan, además de afrontar la crisis, salir de ella más fortalecidos?

Si bien es pronto para dar un veredicto, las primeras señales no son muy positivas. Da la impresión de que los funcionarios del ejecutivo y legislativo se están enfocando en una parte pequeña del problema (la situación de las finanzas públicas) y no está considerando las medidas que pudieran fortalecer el marco institucional en el cual se genera la actividad económica. Palabras mas, palabras menos, su prioridad es el presupuesto y lo que ellos directamente manejan.

La semana pasada el Secretario de Hacienda se presentó en el Senado de la República y analizó la situación de las finanzas del gobierno, el famoso "agujero fiscal". Este boquete se genera porque los ingresos petroleros van a la baja y los ingresos no petroleros (por ejemplo, los impuestos como el IVA, el IETU, el ISR) no alcanzan a cubrir el faltante (en parte porque la actividad económica ha disminuido y porque todavía existe un amplísimo sector de la población que no contribuye con los gastos).

Para cubrir el faltante, los funcionarios de Hacienda señalan que el paquete económico del próximo año fiscal 2010 presentará nuevas deudas, cobros adicionales (impuestos y derechos) y algunos recortes. En el mismo tenor, ayer en Brasil el presidente Calderón mencionó que el próximo año habrá un “severo programa de austeridad”. Este programa, según lo dicho, puede incluir “ajustes en la estructura de gobierno” que, en otras palabras, significa la eliminación de empleos gubernamentales y/o la desaparición o fusión de dependencias públicas.

Por otro lado, se dice que la reducción de ingresos implica que el gasto programable del próximo año disminuirá en, aproximadamente, 300 mil millones de pesos. Uno podría pensar que esto es muchísimo, pero si lo ponemos en perspectiva no lo es tanto. Enrique Quintana, en su columna que el día de hoy publica el periódico Reforma, afirma que lo que se plantea en términos de austeridad, en realidad “austeridad, austeridad, lo que se dice austeridad no es” porque el presupuesto para el próximo año, con todo y los recortes, será 20 por ciento mayor al del último año del gobierno de Fox.

¿Entonces qué sucedió en los últimos dos años? Que los ingresos petroleros fueron muy altos y estos generaron una serie de programas públicos a nivel federal, estatal y municipal que son presentados como permanentes. Esto evidentemente es un error. Muchos lo señalaron en su momento. El ingreso petrolero era temporal y no era adecuado asumir que se tendría ese dinero per secula seculorum. El malgasto de los últimos años es el problema que hoy discute la clase política.

En mi opinión, esto no es suficiente.

Lo que deberíamos estar discutiendo, para aprovechar esta crisis, es que necesitamos para mejorar la perspectiva de la economía mexicana en el mediano y largo plazo y no limitar la conversación a lo que sucede con las finanzas públicas. Parecería que el único motor de la economía mexicana es el gasto público y esto, a todas luces, es un error.

Para estimular el crecimiento sobre bases sustentanbles, la discusión tiene que preguntarse como incrementar la productividad de los recursos que utilizan los agentes económicos privados, aquellos que trabajan y producen en la economía real. Necesitamos que cada peso de capital y cada peso de salario, rindan más.

¿Cómo lograr esto? La respuesta no es nueva: el aumento en la productividad de los recursos se logrará a través de una mayor competencia en todos los sectores de la economía y, principalmente, en aquellos sectores que están dominados por monopolios u oligopolios muy cerrados. Cuando hablamos de bienes y servicios públicos, lo que requerimos es reducir su costo, no solo económico, sino en términos de tiempo y esfuerzo. ¿Cuántas horas/hombre no perdien las empresas en trámites administrativos?

Para concluir, esta crisis es la crisis económica más grave que ha experimentado el país, por lo menos, en los últimos 25 años. Si bien no la generamos nosotros, lo que la crisis nos enseñó es que nuestra economía es sumamente vulnerable y no tiene los elementos para cuidarse y protegerse en los años de las vacas flacas y tampoco tiene los elementos para aprovechar los años de las vacas gordas.

Veo con preocupación que la discusión pública en torno a la situación económica está girando en torno a las finanzas públicas. Esta es una discusión muy limitada. La conversación económica del gobierno debería estar enfocada en estas reformas al marco institucional que podrían sentar las bases para un crecimiento sostenible. De no hacerlo, en unos años se repetirá la historia: en las épocas buenas la economía mundial nos jalará y solo creceremos 2 o 3 puntos porcentuales; en las épocas malas mientras nuestros socios experimentan crecimientos negativos de 2 o 3 puntos, nosotros tendremos caídas todavía mayores.

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