Ayer se realizó en el Distrito Federal (y otros estados) la "consulta" para conocer la opinión de la ciudadanía sobre las iniciativas de reforma al sector petrolero que se están discutiendo en el Congreso de la Unión.
Según la nota que publica hoy
Excelsior en su primera plana (ver
aquí), estos son los resultados de la consulta:
- El 84.7% de los entrevistados respondió “No” a la primera pregunta, acerca de si la población está de acuerdo en que empresas privadas participen en la explotación, transporte, distribución, almacenamiento y refinación de los hidrocarburos en el país.
- Un 82.9% rechazó también una posible aprobación de iniciativas relacionadas con la reforma energética, que aparecía en la segunda pregunta de este ejercicio.
En mi opinión, la mayoría de los analistas ha desacreditado este ejercicio por carecer de legitimidad, de padrón (o lista de votantes), de instancias que vigilen el proceso y, porque las preguntas estaban 'cargadas' hacia el 'NO'.
Macario Schettino resume claramente estos argumentos en su columna (que puedes ver
aquí):
Hoy usted sabrá ya cuántos asistieron a votar, y cuál fue la opinión mayoritaria de estas personas. No podrá saber si los datos que se le ofrecen son ciertos, porque el ejercicio no cuenta con las condiciones mínimas de certeza: no hay contrincantes involucrados, no hay independencia del gobierno, no hay un organismo ciudadano vigilante. Dicho de otra manera, será igual que las elecciones que vivíamos en México hasta mediados de los 90.
... En defensa de uno de los bastiones del nacional-corporativismo, la consulta se organiza como siempre se hicieron las elecciones en ese régimen autoritario. Pero, también como entonces, le dirán que lo hacen pensando en usted, que el Estado lo cuida, que están defendiendo sus intereses. Lo están engañando exactamente igual que el régimen de la Revolución lo engañó por décadas, diciendo que la justicia social era su objetivo, que la soberanía los guiaba, que todo lo que hacían era un sacrificio por el bienestar de los mexicanos.
A pesar de estos argumentos (que en lo personal me convencen), reflexioné sobre si debía o no
participar y terminé presentándome en un centro de votación. Voté por el SI en ambas preguntas.
Pero eso no es para mí lo más importante.
Yo ya sabía de antemano cual sería el resultado. También sabía que el ejercicio carecía de legitimidad. Pero eso no significa que un ciudadano deba "regalarles la plaza".
Por décadas, las elecciones en
México eran como esta consulta (organizadas por el gobierno y sus allegados) y esa realidad no detuvo a quienes derrumbaron aquel régimen autoritario participando en aquellos procesos electorales. En ese tiempo, los opositores al régimen autoritario también se debatían sobre si debían o no participar en este tipo de elecciones. ¿Era conveniente participar? Si se participaba, ¿aumentaban los espacios democráticos en un sistema autoritario? ¿Se evidenciaba la farsa democrática? O, por el contrario, ¿se legitimaba la simulación de un sistema democrático?
Afortunadamente, aquellos hombres y mujeres participaron y su trabajo, paciencia, esfuerzo y sacrificio nos condujo a un sistema mucho más transparente, abierto y democrático. Si ellos se hubieran quedado en casa y no hubieran votado en las elecciones (por menos democráticas que fueran), quien sabe donde estaríamos hoy.
Por eso, en honor a ellos y recordando esa actitud democrática (y guardadas todas las proporciones), ayer participé.
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