Aquí las notas de mi comentario de radio en IMER en el programa que conduce Mario Campos. Las opiniones son personales y los errores son atribuibles exclusivamente a mi persona. El comentario se transmitió en vivo el martes 24 de noviembre a las 7:45 AM.
El día de hoy pongo sobre la mesa la difícil situación política por la que atraviesan los responsables de las finanzas públicas en México y Estados Unidos.
Las últimas semanas han sido complicadas para el titular de la Secretaría de Hacienda en México y el titular de la Secretaría del Tesoro en los Estados Unidos. En ambos casos, los funcionarios acaparan las críticas y se han convertido en los responsables del malestar de los sectores productivos.
En el caso del titular de Hacienda en México, desde el primer momento de la crisis, su desempeño fue muy cuestionado. Hace varios meses señaló que la crisis económica internacional le provocaría a nuestro país un simple ‘catarrito’. Evidentemente se equivocó y nos tocó sufrir la peor contracción económica en más de 75 años. El diagnóstico erróneo explica, en parte, porque los responsables de las finanzas públicas no tomaron las medidas adecuadas en el momento preciso.
Esto no fue lo único, Hacienda perdió todavía más autoridad moral por la manera en que reaccionó a los comentarios que hicieron varios Premios Nobel sobre la situación económica del país. En distintas presentaciones, personas como Robert Engle, Edmund Phelps, Erick Maskin y la semana pasada, Joseph Stiglitz, señalaron que la crisis económica era muy profunda y que las acciones implementadas no eran adecuadas (entre ellas, el aumento de impuestos). La respuesta de los funcionarios mexicanos fue opinar que los Premios Nobel debían leer un poco más de México. Ayer decía un columnista señalaba que hubiera sido también bueno que los funcionarios leyeran más sobre economía.
Para no extenderme, creo que no me equivoco cuando afirmo que un gran número de analistas, especialistas y la ciudadanía en general, ha perdido la confianza en la conducción económica del país.
En los Estados Unidos, el Secretario Timothy Geithner también ha tenido también días muy difíciles.
Como muestra, la semana pasada el Secretario compareció ante los legisladores y muchos pidieron su renuncia. Me llama la atención que los diputados y senadores que públicamente expresaron la pérdida de confianza no son únicamente republicanos, también hay muchos del partido demócrata.
Independientemente si el Secretario se defendió adecuadamente, es claro el malestar entre los norteamericanos y que se refleja en los señalamientos de los representantes populares.
¿Qué motiva la molestia en los Estados Unidos? La respuesta es clara: el aumento del desempleo. El fin de semana revisé parte de una encuesta y me encontré con un dato sorprendente. A la pregunta “En el último año, ¿tu o alguien en tu casa ha perdido su empleo?" En febrero 2009 la respuesta fue de 18 por ciento; en el mes de noviembre del presente, 30 por ciento.
Parece la ciudadanía percibe que las prioridades de Washington están equivocadas. La gente está angustiada y nerviosa porque ve que la economía del sector privado no se recupera y la clase política norteamericana discute una reforma al sistema de salud que podría generar más regulaciones, normas e impuestos.
Otro de los problemas que nutre la frustración en los Estados Unidos es el hecho de que los últimos dos gobiernos impulsaron dos paquetes de “estímulo fiscal” y estos no generaron resultados. El último paquete –que se aprobó a principios de este año- costó más de 800 mil millones de dólares y los promoventes señalaron que con el paquete se evitaría llegar al desempleo llegara a los dos dígitos. El desempleo en los Estados Unidos ya rebasó este nivel.
Podría seguir, pero por cuestiones de tiempo, concluyo preguntando, ¿cuál es el futuro de los responsables de la política económica en ambos países?
La pregunta no es ociosa porque es un hecho que las cosas se van a poner difíciles para ambos. La generación de empleo es probablemente el indicador más importante de la economía desde el punto de vista político y, si la historia nos sirve para estimar el futuro, es probable que el empleo se recupere varios trimestres después de que el PIB muestra cierta mejoría. Mientras tanto la presión aumentará y sus jefes tendrán que atender sus necesidades electorales.
En el caso de Estados Unidos, dado que el gobierno es muy joven todavía, el debate me parece todavía prematuro.
No estoy seguro que lo sea en el caso mexicano. Adicionalmente, al Presidente mexicano se le presenta una oportunidad. Las elecciones de julio fueron un llamado de atención. El rumbo económico del país debe cambiar y en mi opinión esto necesita una cara nueva en la Secretaría de Hacienda.
¿Cuál es la mejor salida (o la salida digna, dirían algunos) para el actual titular de Hacienda? El Banco de México. Guillermo Ortiz termina este año y el Presidente no tiene porque solicitar al Senado la permanencia de este funcionario. Además, sería difícil justificarlo en virtud de que hace varios años, cuando Felipe Calderón era diputado o presidente del PAN pidió la renuncia de Guillermo Ortiz y, si la memoria no me falla, hasta juicio político.
Si Carstens va al Banco de México, entonces el Presidente tiene oportunidad de enderezar el barco económico desde el punto de vista electoral y con ello mejorar sus perspectivas de cara a las elecciones del 2012. Más importante aún es la oportunidad de cambiar el modelo económico y sentar las bases para un crecimiento sostenido.
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