Aquí las notas de mi más reciente comentario de radio en IMER. Las opiniones son personales y los errores son atribuibles exclusivamente a mi persona. El comentario se transmitió hoy martes 8 de septiembre a las 7:45 AM.
El día de hoy la Secretaría de Hacienda y Crédito Público entregará al Congreso el paquete económico para el próximo año fiscal. Si las estimaciones que se han filtrado son correctas, el ingreso público para el próximo año se reducirá en 300 mil millones de pesos con respecto al de este año. Esto es lo que más les preocupa a los funcionarios del Ejecutivo y Legislativo.
¿Cómo cubrir este faltante?
El gobierno tiene a su disposición tres alternativas o una combinación de ellas: 1) bajar el gasto; 2) elevar impuestos o tarifas de los bienes y servicios públicos; 3) aumentar el déficit del presupuesto y en consecuencia la deuda pública.
De las tres, la menos mala es reducir el gasto público. Se habla de medidas inmediatas como la supresión de varias secretarías de Estado. Sin duda una buena señal pero en realidad no será un cambio de fondo porque habrá una transferencia de funciones y personal de las secretarías desaparecidas a otras dependencias que seguirán operando. Además, si bien la reducción del gasto podría ser recomendable desde el punto de vista económico, en términos políticos se antoja prácticamente imposible. Existen una enorme cantidad de grupos de interés que defenderían estos recursos y después de las elecciones y los resultados, no es claro que el partido al que pertenece el Presidente tengan los números para enfrentarse a estos grupos.
De las otras dos opciones, el aumento de impuestos y las tarifas podría ocurrir. No obstante, se antoja difícil porque sería muy impopular y suicida desde el punto de vista político. ¿Se imaginan la campaña del PAN en el 2012 diciendo que como resultado de las elecciones del 2009 y el triunfo del PRI aumentaron los impuestos?
El peor camino, la peor opción de las tres maneras para financiar el gobierno, es aumentar la deuda porque equivale dejarle la responsabilidad a las siguientes generaciones.
Hace varias décadas, Manuel Gómez Morín, que tuvo entre sus logros económicos redactar la ley que le dio estabilidad monetaria al país por más de 6 décadas y que sentó las bases del llamado desarrollo estabilizador, nos enseño que los principios de la economía doméstica sirven para orientar la economía del gobierno: no se puede gastar más de lo que se obtiene; hay que darle prioridad a lo esencial, que es la formación de los hijos; hay que evitar gastos superfluos y hay que propiciar, por todos los medios, el ahorro para ir generando riqueza.
Aumentar la deuda es contrario a esta lección que es, también hay que decirlo, un principio con un amplísimo sentido común. En nuestras casas lo que hacemos es sacrificarnos hoy para que nuestros hijos tengan un futuro mejor. Les pagamos la escuela, las colegiaturas, con el propósito de que ellos tengan una mejor vida que los padres. No obstante ello, aumentar la deuda parece ser una salida fácil y una propuesta aceptable para muchos legisladores, por lo menos aquellos que tienen capacidad para influir en sus bancadas.
Estos temas, me parece, serán una parte de la discusión económica que en las próximas semanas escucharemos en el Congreso. Ahora me parece que esto no es suficiente. ¿Qué otros temas debe discutir el Congreso y el Ejecutivo?
Creo que hay dos temas importantes. El primero es retomar la agenda de la austeridad. Algo que mencioné la semana pasada y que no profundizaré en esta ocasión. El segundo es el tema del crecimiento económico. ¿Cómo reactivar la economía y dejar atrás un modelo que no genera los frutos que requerimos como país? La respuesta no es complicada.
Las condiciones que explican el crecimiento y el progreso son, por lo menos, dos: 1) la presencia de personas (emprendedores) que tengas buenas ideas y la motivación para llevarlas a cabo y 2) un marco institucional, unas reglas del juego, que les permita a estos emprendedores disfrutar de los beneficios de sus ideas en caso que estas sean aceptadas por la sociedad.
Todos los inventos, todos los avances que asociamos con el progreso se generaron de esta manera. Esto es la experiencia histórica y la experiencia internacional.
En noviembre conmemoraremos el vigésimo aniversario de la caída del Muro de Berlín. El Muro de Berlín generó lo que en las ciencias sociales llamamos un experimento controlado. Es decir, una situación en la que tenemos, por lo menos, dos objetos de estudio que parten de una situación idéntica y que en uno de ellos modificamos una variable y con el tiempo observamos resultados distintos. De esta manera podemos identificar el peso y el efecto de la variable de control.
Después de la Segunda Guerra Mundial, Alemania se dividió en dos países: Alemania del Este y Alemania del Oeste. Cuando se dividieron, las dos Alemanias tenían la misma situación económica –un país empobrecido por la guerra-, las mismas instituciones y los mismos rasgos culturales. ¿Qué fue lo que cambió? Que en una Alemania, la Occidental, la capitalista, se permitía a los emprendedores, al motor del progreso, experimentar sus ideas y disfrutar sus beneficios en caso que los hubiera. En la otra Alemania, la Oriental, la socialista, el Estado controlaba todos los aspectos de la vida económica y no permitía a los particulares experimentar.
Cuando se cayó el Muro, los resultados, los distintos niveles de vida, eran evidentes para los alemanes y el resto del mundo.
Por último, dado que hoy el Congreso inicia la discusión del paquete económico, esperemos no se limite al tema de las finanzas públicas. Ojalá aborde la necesidad de modificar el modelo económico que data de los ochenta y que ya se agotó: un modelo basado en monopolios y oligopolios públicos y privados que limitan la competencia y que no inspira a muchos emprendedores a experimentar sus ideas porque percibe que las reglas del juego no son parejas y que benefician a los influyentes.
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8 de septiembre de 2009
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