Aquí las notas de mi más reciente comentario de radio en IMER. Las opiniones son personales y los errores son atribuibles exclusivamente a mi persona. El comentario se transmitió ayer martes 1 de septiembre a las 7:45 AM.
El día de hoy se instala formalmente el Congreso General de los Estados Unidos Mexicanos. Por más desacreditada que se encuentre la función legislativa en nuestro país, es un día muy importante para la República. Antes se decía que el 1° de septiembre era el Día del Presidente. Es bueno que eso haya quedado atrás. El problema es que no lo hemos sustituido adecuadamente: nos falta una ceremonia, un acto cívico digno y sobrio.
Son varias las preguntas que me hago sobre la nueva legislatura. ¿Qué esperar de ella? ¿Pondrán en alto la importante función para la que fueron designados? ¿Qué pueden hacer para lograrlo?
En primer lugar, una muy buena señal sería que esta legislatura se ajuste a los tiempos y a las dificultades económicas que viven sus representados. Estamos en la peor situación económica que ha experimentado el país en más de 25 años y sería muy bueno que, así como lo está haciendo la ciudadanía, los legisladores se ajusten su cinturón y el cinturón de los otros poderes.
La ciudadanía está desencantada con el manejo de sus instituciones republicanas. No pasa una semana sin que nos enteremos, a través de los medios, de un nuevo abuso, de un nuevo despilfarro. Desafortunadamente, el desperdicio de los recursos públicos es una práctica cotidiana.
Tan solo en las últimas semanas hemos escuchado de los megabonos de despedida de algunos alcaldes o de sus secretarias particulares; nos informaron que en muchas alcaldías lo único que dejaron los salientes fueron deudas millonarias; leímos que algunos ministros se indignaron porque alguien sugirió toparles su salario; supimos que los vivos que utilizaron los aviones del gobierno de un Estado (Querétaro para ser precisos) para ir de shopping a Estados Unidos, después del periodicazo no cambiaron sus malos hábitos, pero si sus destinos turísticos y ahora van a las playas.
Hace algunas semanas un exdiputado del Partido Acción Nacional, Gerardo Priego, decidió regresar a la administración de la Cámara de Diputados, los recursos que no había utilizado durante su gestión como diputado, en concreto el sobrante de sus pasajes aéreos. Si no recuerdo mal, eran alrededor de 1 millón de pesos. Una acción singular y, en mi opinión, ejemplar. Solo fue uno, ojalá hubieran sido todos.
El acto del legislador solitario evidenció y puso al descubierto los privilegios, las prestaciones y las prebendas que reciben los representantes populares. El mérito del legislador fue poner en práctica lo que procuramos enseñar a nuestros hijos: ser cuidadoso con lo que tienes y regresa lo que no es tuyo y que ya no vas a usar. Que pena que al señor Priego lo recibieron sus colegas de aquella legislatura con críticas, sarcasmos y dudas, incluyendo al entonces presidente de la Cámara, Cesar Duarte.
Hace varios meses, en el Reino Unido, un escándalo precisamente alrededor del mal uso de recursos públicos forzó la renuncia del Speaker, el líder de la cámara de los comunes, el equivalente al Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados. Que diferencia y que pena ajena.
¿Qué sucedió? Que los miembros del Parlamento que no viven en Londres pueden disponer de recursos adicionales por tener que vivir en la capital. La ciudadanía se enteró que algunos legisladores metían como gastos, por ejemplo, el pago mensual del servicio de televisión por cable (aproximadamente 700 pesos al mes); el caso más sonado fue el de un legislador que compró con este dinero una casa de patos para su jardín.
Para los ciudadanos británicos, esta prestación se convirtió en un abuso y esto generó un escándalo político que terminó en la renuncia del presidente de su cámara baja. Que diferencias en las cantidades y que diferencias en las conductas de los responsables del poder legislativo.
¿Qué puede hacer entonces la actual legislatura? En mi opinión, retomar el ejemplo de Priego y disminuir sus beneficios y prebendas y ajustarse a las prestaciones de ley de sus representados.
Por otro lado, en términos de la agenda legislativa, ¿cuál es la principal tarea que tiene esta legislatura? Claramente las llamadas reformas estructurales al marco institucional que transformen el modelo económico que los últimos gobiernos panistas, el de Fox y el de Calderón, heredaron del PRI y que no han logrado modificar. El modelo es obsoleto, anacrónico y no sirve en un mundo globalizado. Lo vemos en los resultados: cuando tenemos crecimiento, los números son muy bajos y cuando tenemos recesión, la desaceleración es la mayor de la región.
Es muy probable que en la nueva legislatura haya diputados que puedan esbozar, que puedan explicar este nuevo modelo y que tengan la inteligencia para influir el debate y los trabajos en el pleno y las comisiones. Con el tiempo los conoceremos.
Estos son los asuntos que, en el corto plazo, puede y, en mi opinión, debe hacer la nueva legislatura. Uno, retomar la agenda de austeridad que puso sobre la mesa el diputado solitario de la anterior legislatura y hacer de esta agenda una política para los tres poderes; y dos, presentar una agenda con fechas, un calendario de cuando aprobarán las ya repetidas y mencionadas reformas estructurales.
Relacionado a esto, ojalá que la discusión económica no se limite a los impuestos que van a subirle a los contribuyentes de siempre. Me preocupan algunos dichos de algunos legisladores que cuando les preguntan sobre la economía del país solo hablan de sus finanzas públicas. Las finanzas públicas son solo una parte y menor de la ecuación del crecimiento económico.
En fin.
Ya el tiempo dirá.
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