Aquí las notas de mi comentario de radio en IMER en el programa que normalmente conduce Mario Campos. Las opiniones y errores son atribuibles exclusivamente a mi persona. El comentario se transmitió en vivo el martes 2 de agosto a las 7:40 AM.
Como lo anticipamos en semanas anteriores, el Congreso norteamericano logró un acuerdo que permite aumentar el nivel de deuda del gobierno.
Ayer por la noche, la Cámara de Representantes aprobó una serie de medidas que hoy se votarán en el Senado y que podrían ser firmadas por el presidente Obama hoy por la tarde. La sesión terminó siendo muy emotiva porque llegó de manera sorpresiva para emitir su voto a favor la congresista Gabrielle Giffords quien sufrió un intento de asesinato en Arizona el mes de enero.
¿En qué consiste el plan?
El plan eleva el techo de la deuda en 900 mil millones de dólares y, a cambio, se reduce el gasto público para en este año fiscal en un trillón de dólares (es decir un millón de millones de dólares), principalmente el asociado a la ‘seguridad’ y, en una segunda fase, en los próximos diez años, la posibilidad de recortar hasta un trillón y medio de dólares (es decir millón y medio de millones de dólares.) El acuerdo también señala que ambas cámaras votarán por una enmienda constitucional que obligue al gobierno a mantener un presupuesto balanceado.
¿De qué depende que en los próximos diez años disminuya el gasto público?
La legislación introdujo un mecanismo que pretende obligar al Congreso a tomar más adelante decisiones que le permitan sanear sus finanzas. El plan crea una comisión legislativa que tiene que presentar al Congreso, a finales de año, una propuesta amplia de cortes al presupuesto. El Congreso podrá aceptarlos o rechazarlos, no modificarlos. Si la Comisión no presenta recortes o el Congreso no autoriza los cambios propuestos, se recortará de manera automática, principalmente el gasto del Departamento de la Defensa.
Ese es, en términos generales, el acuerdo al que llegaron y me parece importante hacer los siguientes señalamientos.
El acuerdo le da tranquilidad temporal a los mercados y a quienes reciben algún cheque del gobierno de los Estados Unidos. Pero no es, por mucho, la solución integral que requieren las finanzas públicas norteamericanas. En cierto sentido, lo que se ha hecho es posponer las decisiones difíciles para otro momento.
En el mediano plazo, Estados Unidos necesita una reforma fiscal que permita aumentar los recursos públicos y que elimine privilegios, exenciones y tratos especiales. Esto se puede hacer con un impuesto de tasa única que aplique a personas físicas y morales después de cierto nivel de ingreso.
En el largo plazo, Estados Unidos necesita reformar el modelo de estado de bienestar que ha construido, en particular con el sistema de seguridad social y los servicios de salud. El estado de bienestar es una de las características fundamentales del modelo de desarrollo que aplican muchos países y mediante el cual el gobierno protege a la población de riesgos como el desempleo, edad, accidentes y la pobreza. Este modelo se está tambaleando porque, dado el cambio en el perfil demográfico de la población, ha aumentado los recursos financieros que se requieren para mantenerlo y ha disminuido el número de contribuyentes que los aportan.
Lo que requiere Estados Unidos es modificar las reglas de su sistema de estado de bienestar y garantizar su sustentabilidad financiera (entre ellas aumentar la edad de retiro de quienes están en el mercado laboral y, también, modificar el esquema de provisión de servicios de salud a la población mayor).
Este es uno de los principales retos de nuestra época. Hoy, Europa vive una crisis porque no tomó las decisiones a tiempo; de seguir la misma ruta, esto será un problema muy serio en varios años en Estados Unidos y, en algunas décadas, lo será en México.
Para concluir, pongo sobre la mesa una preocupación sobre la manera en que se hacen los ajustes financieros y más después de ver que el acuerdo que eleva el techo de la deuda de Washington no toca el problema de fondo.
Parecería que, en las democracias, los sistemas políticos solamente procesan cambios de esta naturaleza con la crisis llega. Los problemas se conocen de antemano pero, con todo y eso, las instituciones no logran anticiparse a los problemas. Sabemos que se necesitarán más impuestos para financiar compromisos de gasto pero no hay voluntad política para aumentarlos; sabemos que es necesario reducir beneficios pero no nos atrevemos a modificar los esquemas. Nuestras democracias no parecen resolver estos problemas sin que llegue la crisis y, hasta ese momentom, la realidad y el contexto impone las decisiones que se pudieron haber tomado, sin tanto dolor, años y décadas antes.
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