Aquí las notas de mi comentario de radio en IMER en el programa que conduce Mario Campos. Las opiniones y errores son atribuibles exclusivamente a mi persona. El comentario se transmitió en vivo el martes 16 de agosto a las 7:40 AM.
Ayer se conmemoró
el cuarenta aniversario de una de las peores decisiones de política pública que ha tomado algún presidente de los Estados Unidos. La noche del domingo 15 de agosto de 1971, Richard Nixon –republicano y conservador- presentó por televisión una serie de medidas económicas que enorgullecerían a cualquier economista o político de corte keynesiano.
Nixon anunció que su gobierno impondría aranceles del 10 por ciento a todas las importaciones, que su país se saldría del patrón oro y, con ello, suspendía la convertibilidad del dólar a ese metal y, por último, un control de precios y salarios generalizado.
Las medidas –dijo el presidente en su discurso- serían temporales y pretendían luchar contra a los inversionistas que especulaban contra el dólar y, sobre todo, combatir los niveles de inflación que estaban aumentando considerablemente. Tanto la devaluación que implicaba salirse del patrón oro, como el aumento generalizado de los precios, eran resultado directo del excesivo gasto público resultado de la guerra de Vietnam y los programas sociales creados durante los sesenta.
El control de precios y salarios fue la medida más sorprendente porque implicaba un viraje ideológico de 180 grados del presidente Nixon. Su equipo de asesores económicos no estaba de acuerdo con la decisión. Pero, como veremos más adelante, la motivación fue principalmente política.
Desde el punto de vista técnico, los controles de precio no son un tema controvertido. La teoría y la experiencia histórica confirman que los controles generan efectos perniciosos en la economía porque distorsiona las señales que regulan la oferta y demanda de cualquier bien o servicio.
Milton Friedman decía que los economistas no saben mucho, pero –gracias a los controles de precio- si saben cómo generar escasez o excedentes.
¿Por qué?
Porque cuando el precio que impone una autoridad es menor al precio de equilibrio, se genera escasez porque la cantidad que ofrece el mercado es menor a la cantidad que demandan los consumidores. Por el otro lado, cuando el precio impuesto por la autoridad es superior al precio de equilibrio, los productores producen mucho más que lo que demanda el mercado. En este caso, hay excedentes.
No profundizo en los aspectos técnicos, pero si vale la pena señalar que los controles de precio son medidas antiguas y políticamente atractivas. Los gobernantes que congelan precios pretenden quedar bien con grupos o personas que, según esto, padecen una afectación por el movimiento natural de los precios que pueden aumentar o disminuir.
Regresando al caso de los Estados Unidos, Nixon decretó el control de precios y salarios pensando en su reelección. La inflación crecía y esto obviamente le preocupaba pues ya años atrás perdió la elección presidencial contra Kennedy, según él, por la situación económica.
En un principio, los controles moderaron la inflación pero desincentivaron la producción de bienes y servicios. Eventualmente, ante la menor oferta de bienes y servicios, los precios aumentaron y, meses después, la inflación rebasó el 12 por ciento. Un nivel sin precedentes en los Estados Unidos.
La medida fue un fracaso desde el punto de vista económico. El objetivo era reducir la inflación, pero ésta, a la larga, aumentó. No obstante, en el corto plazo permitieron que Nixon fuera reelecto.
Podemos mencionar varias lecciones del episodio, pero destaco dos.
La primera y más obvia es que los controles de precio no controlan la inflación y distorsionan y desincentivan la actividad económica productiva. Junto con la competencia, la fluctuación de precios es el mecanismo más eficiente que ha encontrado el ser humano para regular y coordinar la oferta y la demanda. Comparativos internacionales muestran que los países menos competitivos recurren con mayor frecuencia a controles de precio. Desafortunadamente, nuestro país tiene muchos precios que, por las razones que sean, son controlados y no fluctúan con libertad.
La segunda lección es que los controles de precio son medidas eminentemente políticas. Los gobernantes las adoptan cuando tienen enfrente complicaciones derivadas, precisamente, de malas decisiones económicas.
La economía y las finanzas públicas, Mario y auditorio, no deben manejarse con criterios políticos. Cuando se mezclan, el
cocktail es explosivo. Nixon lo mostró hace cuarenta años y con ello inició un período de estancamiento que tomó más de una década en corregir.
Algo si debemos reconocerle a Nixon. Su decisión fue tan desastrosa que, desde entonces, a pesar de todas las crisis económicas y financieras, ninguna autoridad o político norteamericano se ha atrevido a proponer algo similar.
...