26 de octubre de 2010

Sobre el plan de austeridad y ajuste presupuestal en el Reino Unido

Aquí las notas de mi comentario de radio en IMER en el programa que conduce Mario Campos. Las opiniones son personales y los errores son atribuibles exclusivamente a mi persona. El comentario se transmitió en vivo el martes 26 de octubre a las 7:40 AM.



La semana pasada el gobierno británico informó al Parlamento su programa de ajuste presupuestal con el cual busca reducir el enorme déficit público en aquel país.

El déficit representa el 11.5 por ciento del PIB. Es una cifra muy alta. Si revisamos los documentos fundacionales de la Unión Europea encontraremos que la recomendación y el compromiso de los países que la integran es de mantener un déficit por debajo del 3 por ciento del PIB.

El año pasado el déficit en el Reino Unido alcanzó los 156 mil millones de libras.

Como sucede en otros países, el estado británico tenía compromisos de gasto pero no recaudaba lo necesario. Antes del programa de ajuste anunciado, de cada 4 libras de gasto público, una libra (es decir, 25 por ciento) provenía de endeudamiento y se trasladaba al déficit.

El programa que presentó el Canciller (el equivalente al Secretario de Hacienda) establece una serie de reducciones equivalentes a 83 mil millones de libras que se implementarán gradualmente en los próximos 5 años.

En términos de empleos, las propias estimaciones gubernamentales hablan de una reducción de 490 mil plazas. Esto no significa que vayan a correr a los trabajadores en estos días. No. Simplemente, cuando haya jubilaciones o retiros, se congelarán las plazas y se reasignarán las funciones al personal ya existente.

La estrategia de reducción del déficit incluye otros elementos importantes: uno, reformas administrativas que buscan hacer más eficiente la provisión de servicios públicos; y dos, nuevas fuentes de ingreso, como el aumento del impuesto al valor agregado y la creación de un impuesto a los bancos.

En este sentido, el programa de ajuste que presenta el gobierno británico es amplio y serio porque ofrece una combinación de instrumentos (reducción de gastos, reformas administrativas y aumento de impuestos) para reducir el déficit.

Este tipo de programas con un enfoque más integral no se ven muy seguido. Es mucho más frecuente ver como los gobiernos prefieren reducir el déficit únicamente eliminando gasto o recortando impuestos (bajo el argumento de que esto reactivará la economía y, a la larga, mayores ingresos tributarios).

Veamos lo que sucede, por ejemplo, en Estados Unidos.

Nuestro vecino del norte también tiene un problema con el déficit que viene creciendo de manera alarmante. No está al nivel todavía de la Gran Bretaña o Grecia, pero de seguir la tendencia, no faltan muchos años para que una crisis les obligue a resolverlo.

¿Lo están intentando resolver? No parece.

En Washington, ni las autoridades hacendarias, ni la Reserva Federal, ni los republicanos en sus discursos de campaña, hablan de aumentar impuestos y reducir gastos. Por el contrario, dominan las voces que proponen otra ronda de estímulos o más reducciones fiscales.

Es paradójico que en Estados Unidos se sigue la receta keynesiana de curar los problemas vía el gasto, mientras que en el país natal de Keynes, el camino ya fue desechado.

¿Qué podemos aprender de lo que está sucediendo en la Gran Bretaña?

La primera lección es que no hay un problema que el Estado gaste, el problema surge cuando no recauda lo necesario. Existen tres maneras de financiar el gasto: impuestos, deuda o impresión de dinero. De las tres, la correcta son los impuestos. Un gobierno no puede gastar lo que no tiene.

Otra lección es que probablemente los rasgos culturales si influyen. A los británicos les gusta decir que ellos son estoicos, es decir fuertes y ecuánimes ante la desgracia. Algo de eso estamos viendo. Según las encuestas, el electorado apoya los ajustes. A muchos les sorprenderá saber que en este país, como en Francia, se aumentó la edad de retiro, pero en el Reino Unido no vemos las mismas marchas y manifestaciones.

Por otro lado, influye que el gobierno británico es nuevo. Fue electo en mayo y tan pronto llegó al poder hizo un diagnóstico de la situación y no permitió que pasara mucho tiempo para presentar sus recomendaciones. El gobierno todavía no se desgasta, tiene autoridad moral, tiene un bono democrático y esto le permite tomar decisiones difíciles. La lección es que las decisiones difíciles tienen que tomarse pronto y rápido.

Y un último factor es la existencia de más de un partido político dispuesto a implementar el programa de ajuste. El gobierno británico está conformado por una coalición del partido mayoritario (los conservadores), con el tercer partido más grande (los demócratas liberales) y el que vayan juntos los protege políticamente en el futuro.

Esto recuerda algo que ya hemos mencionado (aunque aplicado a sistemas presidenciales): es bueno tener un gobierno competente, pero también es muy importante una oposición responsable dispuesta también a compartir los costos políticos de decisiones complejas.

En la Gran Bretaña esto sucedió y, en mi opinión, ha contribuido a la presentación y aceptación del electorado de un programa de reformas complejo y doloroso.

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