29 de junio de 2010

Las elecciones locales y la reforma electoral del 2007

Aquí las notas de mi comentario de radio en IMER en el programa que conduce Mario Campos. Las opiniones son personales y los errores son atribuibles exclusivamente a mi persona. El comentario se transmitió en vivo el martes 29 de junio a las 7:45 AM.



Estamos a pocos días de las elecciones en 12 estados y esto nos obliga a reflexionar sobre los procesos electorales y la situación que guarda la democracia mexicana.

Lo primero que debemos señalar es que no son días buenos. El asesinato del candidato del PRI al gobierno del estado de Tamaulipas cimbró el marco institucional y el sistema político. Sin duda, un hecho lamentable que todos debemos repudiar. La situación es muy preocupante, por decir lo menos, y enrarece y complica aún más el ambiente electoral. No hay más que podamos agregar en estos momentos. Habrá que esperar el resultado de las investigaciones y que las autoridades encuentren a los responsables.

En 2007 se promovió una reforma electoral que pretendía, entre otros objetivos, mejorar el tono de las campañas, erradicar las llamadas ‘guerras sucias’ y hacer mucho más propositiva la actividad proselitista. Por ello, a raíz de lo que hemos visto en las últimas semanas en las campañas locales vale la pena preguntarnos si los objetivos de la reforma electoral del 2007 fueron alcanzados.

Conviene recordar que las modificaciones al marco electoral fueron producto del proceso electoral del 2006 que fue sumamente competido y cuyo resultado no fue aceptado por todos los candidatos. En los meses siguientes, el ambiente político se complicó enormemente y el Presidente tomó posesión en circunstancias muy complejas. Para evitar en el futuro circunstancias similares, una mayoría en el Congreso aprobó varias reformas electorales al año siguiente.

¿Cuáles fueron los propósitos de la reforma?

Uno de los más mencionados fue evitar las campañas negativas y lograr que las contiendas fueran propositivas. Se pretendió erradicar el ataque del discurso de los candidatos a cargos de elección popular. Cualquier persona que haya dado seguimiento a los dichos de los candidatos en las últimas semanas sabe que, en ese sentido, las campañas no cambiaron. Por el contrario, en varios casos, se ha llegado a niveles más bajos.

Otro de los propósitos de la reforma electoral fue terminar con lo que algunos llamaron la cultura del spot y reducir la influencia de los medios electrónicos. Varios legisladores aseguraron que la reforma impediría la “espotización” de la política; el sistema –argumentaban ellos- no generaba ideas sino convertía a los candidatos en productos de mercadotecnia política. La reforma electoral del 2007 no terminó con los anuncios y, por el contrario, dado que los partidos se asignaron los tiempos del Estado, la cantidad de spots políticos –algunos sospechamos- aumentó.

La reforma electoral del 2007 redujo los tiempos de campaña y comenzó a regular las precampañas con el propósito de disminuir. Debemos también cuestionarnos este logro. Si algo permitieron las campañas locales fue promocionar a los posibles candidatos a la presidencia de la república quienes no desaprovecharon la oportunidad para hacer actos de precampaña. Faltan dos años para la elección presidencial y las precampañas ya iniciaron.

Por último, se dijo que la reforma electoral reduciría el nivel del conflicto y facilitaría la construcción de acuerdos en el Congreso. Esto tampoco sucedió. El Congreso no ha aprobado ninguna reforma estructural significativa durante este lapso.

Los propósitos de la reforma fueron loables, pero, a diferencia de otras reformas electorales, esta nació sin un consenso generalizado. Amplios sectores de la sociedad no coincidieron con aspectos de la misma. El punto más cuestionado fue la remoción de varios consejeros del IFE. La reforma electoral del 2007 violentó la 'inamovilidad' de los consejeros electorales, uno de los principios fundamentales, hasta ese entonces, del sistema electoral mexicano.

En resumen, la reforma electoral del 2007 no parece haber generado las consecuencias deseadas. No disminuyó el nivel del conflicto ni la hostilidad entre los partidos políticos. No hay reformas legislativas sustanciales. No se evitaron las campañas negativas. No disminuyó la influencia e importancia de los medios electrónicos. La reforma electoral del 2007 tampoco parece haber contribuido a generar más confianza en los partidos políticos.

El saldo de las campañas locales del 2010 podemos verlo también a la luz de otros hechos que no se relacionan con la reforma electoral. Menciono dos por cuestiones de tiempo.

Lo primero, es la escasa cultura de la legalidad que mostraron los partidos. La difusión presuntamente ilegal de grabaciones y los dichos de los gobernadores en estas grabaciones en relación al uso ilegal de recursos públicos es lamentable. Que bajo cayó la política.

Lo segundo, es la preocupación cuando escuchamos como algunas autoridades electorales parecen estar al servicio del gobernador de su estado. Mucho hemos invertido los mexicanos en la infraestructura electoral y todavía no logramos tener, en todos los estados, autoridades electorales cuya actuación sea imparcial y sin cuestionamientos.

Ojalá después de los comicios los representantes populares tengan tiempo para analizar estos temas y corregir el rumbo que parece estar tomando la democracia mexicana.

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