27 de septiembre de 2011

La regla Buffet

Aquí las notas de mi comentario de radio en IMER en el programa que conduce Mario Campos. Las opiniones y errores son atribuibles exclusivamente a mi persona. El comentario se transmitió en vivo el martes 27 de septiembre a las 7:40 AM.



La semana pasada, en el marco de su propuesta para reactivar la economía norteamericana y reducir, al mismo tiempo, el déficit público en los Estados Unidos, el Presidente Barack Obama presentó una medida impositiva que ha acaparado la atención de la opinión pública.

Obama propone que las tasas de impuestos de quienes generan más de un millón de dólares anuales no sean menores que las tasas que paga la clase media. Esta regla se le conoce coloquialmente como “the Buffett rule”, en honor a Warren Buffett, uno de los inversionistas más exitosos del mundo, quien hace un par de semanas escribió en un editorial en el New York Times cuestionando la lógica del sistema fiscal porque le parece injusto que el pague una tasa de impuestos inferior a la tasa que le aplica a su secretaria.

La regla Buffett suena bien pero, como ya han señalado algunos analistas, el análisis de Buffet está construido sobre supuestos que no aplican a la gran mayoría de los millonarios en los Estados Unidos.

Warren Buffett paga una menor tasa porque la mayor parte de su ingreso es por dividendos y este tipo de ingreso paga, por ley, menos impuestos (aproximadamente una tasa del 15%). Buffett recibe un salario que, dados sus ingresos por dividendos, es relativamente bajo, y por su sueldo si paga aproximadamente el doble (29% ciento). Si su ingreso por dividendos fuera menor y su salario mayor, aumentaría considerablemente la tasa real de impuestos que paga. La gran mayoría de los directivos de empresas reciben la mayor parte de su ingreso via salario y bonos de desempeño y no por dividendos. Para ellos la tasa de impuestos es mucho más alta. La realidad fiscal de Buffet es atípica y no aplica inclusive para quienes más ingresos generan.

¿Cuál ha sido la respuesta de la principal oposición? Dos críticas principalmente. La primera es que es un error aumentar impuestos en un momento de desaceleración económica y la segunda es que la propuesta, al menos como está planteanda, busca generar una guerra de clases y dividir al país en ‘pobres’ y ‘ricos’.

Dado que la propuesta tiene un fin recaudatorio, vale la pena preguntarnos si resolverá el problema del enorme déficit fiscal.

Los estudios que he tenido oportunidad de leer sugieren que aumentar la recaudación por esta vía generaría recursos pero no los suficientes. Tendría mucho más lógica, establecer una tasa única para toda la población y acompañar la medida con recortes del gasto público.

La discusión fiscal será muy interesante y le seguiremos la pista, pero si es importante hacernos una pregunta de fondo.

¿Es el sistema fiscal un mecanismo adecuado para redistribuir ingreso para reducir las diferencias entre quienes más ingresos generan y menos? ¿Podemos 'hacer justicia' a través del cobro de impuestos?

La respuesta es cercana al no y un ejemplo muy sencillo ilustra las complejidades de querer reducir desigualdades a través del cobreo (o pago) de impuestos.

Imaginemos una economía con dos personas (Juan y Silvia) y un solo servicio público (consumo de agua). Juan gana $10,000 pesos mensuales y Silvia el doble ($20,000). Al mismo tiempo, Juan consume 100 litros de agua al mes y Silvia, por su parte, consume la mitad, 50 litros al mes.

¿Quién debe pagar más? Juan tiene menos ingresos pero consume el doble; Silvia tiene mayores ingresos pero consume menos. ¿Qué es lo justo? ¿Cobrarle más a Silvia porque gana más aunque consuma menos? ¿Cobrarle a Juan que gana menos pero consume más? Obviamente no hay una respuesta correcta y si aceptamos que, en la vida real, el sistema fiscal incluye a millones de personas con distintas realidades entenderemos porque es muy difícil hacer justicia mediante sistema fiscal.

Uno de los principios básicos de un sistema fiscal es la suficiencia presupuestal, es decir, que la recaudación de impuestos sea la suficiente para pagar los gastos públicos que el electorado desea y no tener que recurrir a fuentes de financiamiento menos convenientes (como la inflación y la deuda). Si el electorado quiere más servicios, tiene que aportar más recursos; si quiere pagar poco, debe aceptar que el menú bienes y servicios es más reducido.

Si en Estados Unidos, u otro país, se quiere reducir la desigualdad o hacer justicia, no es mediante el cobro de impuestos. Un mejor camino es la provisión de algunos bienes y servicios públicos (por ejemplo, educación, salud). Estos son instrumentos más adecuados para reducir las brechas y, sobre todo, generar oportunidades de desarrollo y progreso a quienes menos tienen.

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20 de septiembre de 2011

La pobreza en los Estados Unidos

Aquí las notas de mi comentario de radio en IMER en el programa que conduce Mario Campos. Las opiniones y errores son atribuibles exclusivamente a mi persona. El comentario se transmitió en vivo el martes 20 de septiembre a las 7:40 AM.



La semana pasada, la oficina del Censo de los Estados Unidos presentó un reporte del ingreso de las familias y los índices de pobreza en ese país. La información es preocupante. Según la dependencia, tan solo en un año, la pobreza aumentó más de dos millones y medio de personas. En total, se estima que más de cuarenta y seis millones tienen esta condición económica, la mayor cantidad en la historia norteamericana. En términos porcentuales, representa el 15 por ciento de la población.

Para algunos grupos poblacionales en específico, la situación es muy preocupante.

Por ejemplo, la población afroamericana reporta índices de pobreza altos y crecientes: mientras que en 2009, el 25 por ciento de este grupo se ubicó por debajo de la línea de la pobreza; para el año pasado pasó al 27 por ciento. Entre los hispanos, la situación no es muy distinta. De 2009 a 2011, el nivel de pobreza pasó del 25 al 26 por ciento de la población.

En los últimos cinco años hemos visto una disminución en el ingreso de las familias. Antes de la crisis económica, la mediana del ingreso rebasaba los $52,000 dólares anuales. En estos días, la mediana se ubica en $49,400 dólares. Una disminución equivalente al 5 por ciento.

Si vemos los datos por edades, todos los grupos presentan una reducción del ingreso. No obstante, los más golpeados son las personas entre 15 y 24 años de edad. Tan solo en los últimos 24 meses, su ingreso disminuyó 9.3 por ciento.

Estos son unos cuantos datos del reporte que es público y que nos permite observar el nivel de estrés económico de las familias norteamericanas, en particular la clase media.

¿Cuál es el factor más relevante que explica el aumento de la pobreza en estos meses? Para mí, no hay duda, el principal responsable es el desempleo.

El reporte de la oficina del censo ya se politizó y ambos partidos lo han utilizado para defender sus posiciones y criticar a su oposición. Seguramente, a lo largo de los próximos quince meses, hasta las elecciones presidenciales, esta dinámica continuará y el documento será ampliamente citado.

Si revisamos los índices de pobreza en los Estados Unidos desde una perspectiva histórica encontraremos algo muy interesante.

Después de la segunda guerra mundial y hasta finales de la década de los sesenta, el nivel de pobreza disminuyó constantemente. Pasó de 35 por ciento de la población en 1950 a 11 por ciento para 1969. Sin duda, un impresionante logro. Pero, después de ese año y hasta nuestros días, observamos que la población en condiciones de pobreza se ha mantenido y ha fluctuado entre el 12 y 15 por ciento de la población.

¿Qué pasó? ¿Por qué si los Estados Unidos venían incorporando a millones de personas a la clase media, ya no lo han logrado?

La respuesta es controvertida: podríamos estar ante un efecto no anticipado y una consecuencia no deseada del marco de políticas públicas, y en particular de los programas sociales.
En 1969, el presidente Lyndon Johnson inició su llamado “guerra contra la pobreza” y desde entonces, todos los gobiernos han mantenido, con otros nombres, los programas sociales. En términos presupuestales, los programas han crecido enormemente pero, y esto es lo paradójico, los índices de pobreza se han mantenido.

¿Qué podría estar pasando? Una hipótesis es que progreso económico de algunos se ha estancado porque los programas han entrampado a miles de personas en un círculo de dependencia del cual es muy difícil escapar. Estas son malas noticias para las personas que dependen de estos apoyos. Pero también es una pésima noticia para el contribuyente.

El gobierno federal norteamericano ha gastado millones de millones de dólares durante este tiempo y es difícil contradecir a quienes argumentan que esto no ha mejorado las condiciones de vida. Además, el presupuesto público ha generado ya clientelas y grupos influyentes que dependen de estos recursos y que complican, dejen ustedes desaparecerlos, tan solo modificarlos.

Para concluir, esta breve reflexión sobre la pobreza en Estados Unidos también recuerda que la mejor manera de elevar los niveles de vida es generando crecimiento económico. La política social es limitada y, todo indica, que no es el mecanismo idóneo para ayudar a los que menos ingresos generan. La mejor política social es una política económica que fomente la actividad económica en el sector privado porque ahí se generan los empleos. En otros países, incluido el nuestro, algo similar podría estar sucediendo y valdría la pena hacer un análisis similar.

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7 de septiembre de 2011

El futuro

Probablemente se han dado cuenta que Espacio Contraintuitivo ha tenido una menor actividad en las últimas semanas.

Ofrezco una disculpa a mis lectores y les agradezco que, a pesar de esa circunstancia, han seguido al pie del cañon. Desafortunadamente, para efectos del blog, esta tónica se mantendrá porque estoy iniciando nuevos proyectos, entre ellos, la publicación de un libro y la preparación de otro sitio de internet especializado en políticas públicas. Por ello, en Espacio Contraintuitivo ya no subiré nuevo material excepto mis columnas y/o escritos periodísticos que, como saben, son ocasionales.

Gracias por leer el blog. Lo mantendré arriba porque hay información interesante y ha sido una gratísima experiencia que me ha servido mucho, hasta para enviar mensajes a quien más ha importado en mi vida.

Vía Twitter, estoy en @pepeloyola.

Si desean enviarme algún correo electrónico pueden hacerlo a jose.loyola@udlap.mx

Hasta pronto.

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6 de septiembre de 2011

Libia, petróleo y la 'maldición de los recursos'

Aquí las notas de mi comentario de radio en IMER en el programa que conduce Mario Campos. En esta ocasión, el comentario se basa en el programa de Planet Money que mencioné ayer. Las opiniones y errores son atribuibles exclusivamente a mi persona. El comentario se transmitió en vivo el martes 6 de septiembre a las 7:40 AM.


En las últimas semanas, la guerra civil en Libia ha sido un asunto de interés de la agenda internacional. Si bien todavía no se encuentra a Gaddafi, su régimen de gobierno, después de cuatro décadas, ya terminó.

Existen muchas preguntas sobre lo que vendrá, incluyendo la capacidad de las nuevas autoridades para gobernar. Otra de las interrogantes se relaciona con las vastas reservas petroleras que poseen y el uso que podrían darles. Libia es el principal productor de crudo del continente africano y genera cerca del 3 por ciento de la producción mundial.

Además de ser actual, el tema es interesante porque nos permite reflexionar sobre los efectos, por lo general perniciosos, que genera la abundancia de recursos naturales.

Suena paradójico porque cuando uno escucha que un país tiene grandes reservas de recursos naturales, la primera reacción es pensar que sus habitantes son afortunados y que los recursos podrían ser una palanca del desarrollo. Pero, la experiencia, desafortunadamente, muestran que la gran mayoría de los países con recursos naturales tiene niveles de desarrollo relativamente bajos. Un análisis más profundo nos permite reconocer que la abundancia de recursos se vincula a una serie de patologías de política pública. Esta paradoja se le conoce como la maldición del recurso.

¿Cuáles son estas patologías?

La más importante es que los recursos naturales generan enormes cantidades de dinero y muchas veces esto lleva a una corrupción sistemática no únicamente en la industria sino también en el sistema político. Los recursos que provienen de esta fuente no tiene vínculos sólidos de rendición de cuentas entre autoridades y ciudadanos y se usan para beneficiar a los grupos de interés cercanos al poder.

Entonces, la pregunta ¿que debería hacer Libia para escapar la llamada ‘maldición del recurso’?

Probablemente la mejor opción es retomar reglas y procedimientos de uno de los pocos países que logró escaparse de la maldición: Noruega.

¿Qué lecciones ofrece Noruega? ¿Qué hicieron ellos para no presentar las patologías que muestran todos los países con abundantes recursos naturales?

Son varias lecciones y todas tienen que ver con las restricciones que el sistema legal y el consenso político han impuesto a todos los actores relevantes, particularmente la industria petrolera y la clase política.

Por ejemplo, por ley, a pesar de que tiene grandes reservas, Noruega limita fuertemente el número de licencias de perforación que autoriza anualmente. Esto, a pesar de la presión que, en su momento, ejercieron las empresas petroleras. En muchos países, cuando hay petróleo, la política es perforar y perforar; en Noruega, esta actividad está muy limitada. Se busca que el recurso dure muchas décadas.

La segunda lección es que las autoridades no usan el dinero producto de la venta de petróleo en programas públicos. Es decir, el ingreso petrolero no se destina a programas sociales, carreteras, escuelas, gimnasios, estadios, por mencionar algunos ejemplos.

¿Qué hacen con el dinero? Originalmente, en los setenta, lo reinvirtieron en la propia industria petrolera y así desarrollar nuevas tecnologías o mejorar las técnicas de exploración. A partir de los noventa, cuando ya no era necesario destinarlo a esos fines, decidieron guardar el dinero en un fondo de ahorro. El gobierno únicamente tiene acceso a los intereses que genera el fondo. La bolsa equivale a aproximadamente $100 mil dólares por cada noruego.

Una última lección es que existe un consenso político que el uso del dinero que resulte de la venta de petróleo, no es tema de campañas electorales. No se politiza con el petróleo.

Ahora, ¿se pueden aplicar estos mismos principios en otros países? Esa es la gran pregunta. Sin duda hay lecciones para Libia. Ese país tiene una oportunidad de rediseñar el marco institucional y, de esta manera, logre apartarse de la llamada ‘maldición de recurso’. Se antoja difícil, pero no tenemos porqué ser pesimistas. Lo que sí es un hecho es que bien harían es inspirarse en estos principios del modelo noruego.

Ya para terminar, es difícil evitar contrastar el modelo noruego con el modelo que hemos diseñado en México. Conociendo los elementos del modelo noruego es más claro entender porque, para nosotros, el petróleo no ha sido una herramienta de progreso. Peor aún, el acceso a reservas abundantes de crudo limita ha limitado la competitividad del país. Por ejemplo, la facilidad para obtener ingresos petroleros desincentiva el diseño de un sistema fiscal que genere suficientes recursos y un ambiente de negocios más competitivo.

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5 de septiembre de 2011

Norway has advice for Libya

Extraordinario programa de Planet Money sobre la asesoría que Noruega podría darle a Libia.

El día de mañana comentaré el programa en mi columna de radio.

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